Descripción
La semilla, el principio de todo, ya no pertenece al agricultor, sino a unas pocas firmas multinacionales. Una semilla, a la que en función de lo que el agricultor pueda pagar, se le activarán las propiedades que figuren en el contrato. La vida, lo viviente, se ha reducido a una fuente de beneficios que se presenta bajo la banal apariencia de filamentos de ADN. El desequilibrio medioambiental y la biodiversidad se quejan ya de ello. El cuerpo humano pagará las consecuencias.
La ingenieria genética permite que las multinacionales diseñen los productos agroindustriales del futuro a su antojo. Este ensayo pretende aportar nuevos datos para el debate público, a la vez que alerta sobre lo que está sucediendo en diferentes partes del planeta.
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